Alberto Lemaitre en su libro “Mompox tierra de Dios” dice que
en esa vieja Villa sus calles parecen despidieran fuego y, no se equivocó,
pues, en estos días de Semana Santa, cuando el turista desbordó la capacidad
hotelera de la localidad, donde no cabe un carro más en sus estrechas y
adoquinadas calles, el calor y la humedad elevaron el termómetro a temperaturas
elevadas nunca vista. Los entendidos dicen que dicho fenómeno obedece al cambio
climático de la tierra y, en especial al fenómeno del niño, que ha convertido a
la región en un desierto árido y seco. Mompox, necesita desde ya un plan
agresivo que ayude a mitigar ese fenómeno, como lo es la siembra de árboles
frondosos, que den sombra, en la mayoría de sus calles. Una exigencia puntual
en ciudades con estos climas agresivos. Aún así, el encanto y el fervor de sus
días santos se manifestaron en procesiones, como la del jueves y Viernes Santo,
cuyas imágenes caracterizan la pasión y muerte de Jesús de Nazaret y, la del
viernes, cuyo sepulcro es una reliquia
forrada en oro, que guarda en su interior el cuerpo de Jesús envuelto en
sábanas blancas, convertido a lo largo del tiempo en el orgullo de los
momposinos. Las imágenes que a continuación coloco en este blog son una muestra
de esos días cargados de Fe.







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