Sigo
sin entender esta mediocridad que nos cobija en materia deportiva desde hace
varios lustros. Ahora, porque vamos a quedar con unos buenos escenarios a
merced de los próximos juegos Centroamericanos y del Caribe, consideramos que
somos merecedores de realizar los juegos Nacionales del 2019. La puja está
centrada entre Bolívar y Atlántico. Los de la ciudad amurallada ocuparon en los
pasados juegos el cuarto puesto y, tengo entendido que fue el número mágico
señalado por el presidente de la república para conceder el merecido logro.
Mientras aquellos, con un fortalecido aparato deportivo mediante gestión
compartida con las autoridades del departamento, que consideraron que este
eslabón de la sociedad era necesario apoyarlo, se convirtieron en potencia en esta
zona Caribeña, además de un ocupar el honroso puesto en mención, es decir, se
aprendieron la lección y se ganaron las medallas. Mientras que nosotros, lejos
de esas hazañas deportivas, porque no tenemos nada que mostrar, nos limitamos a
ofrecer en reemplazo de los pergaminos y las medallas, los escenarios que nos
quedaran y las dadivas de la logística
que están ofreciendo a diestra y siniestra. Mientras tanto los atletas del
departamento les toca buscar tierra alta por otros lados, en la emigración más
vergonzosa de los últimos tiempos, lo que ha sido caldo de cultivo para que el
sentido de pertenencia se haya esfumado. Sin atletas y sin maestros, la fiesta
la bailaran otros. Esos son nuestros dirigentes de hoy.
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