domingo, 20 de marzo de 2016

Domingo de ramos en Mompox

Ernesto Mcausland Sojo (Q.E.P.D) me decía que el embrujo de Mompox cautivaba de tal forma, que era imposible desprenderse de esa fuerza hipnotizante que te arrastraba a sentarte en cualquier lugar de la vieja Villa a contemplarla. En eso no se equivocó, el duende que habita en ella, ese que se esconde en los rincones ausentes de sus calles y callejones y, que parece durmiera en los húmedos tejados y campanarios que miran hacia el cielo, le devuelven a la vida, como por arte de magia, la paz que el alma necesita.
En la madrugada de este domingo de Ramos, en ese sitio convertido por su angelical belleza como el icono inconfundible de su añejo inmobiliario arquitectónico como lo es su iglesia de Santa Bárbara, se inicia con una majestuosa procesión, la semana más importante para el mundo católico, que los momposinos, años tras años, han sabido guardar en la despensa de sus sentimientos. Engalanada con una música cautivadora, cuya partitura la entonan unos músicos que la llevan en la sangre, para hacer del instante una réplica semejante a la de ese Jesús de Nazaret, cuando entre el batir de palmas y canticos entro montado en su borrico a la mítica Jerusalén. La imagen que hoy sale de ese símbolo sagrado, es tan perfecta, que solo le falta hablar. Montado en su asno, como símbolo del desprendimiento al mundo terrenal, entre el agitar de palmas de fieles y, al compás de esa música que eriza la piel, el redentor del mundo inicia su recorrido por las calles de este recinto colonial, para dar inicio también a la semana más importante del pueblo momposino. Untado de este entorno que se transforma por su olor místico, los actos litúrgicos y, las procesiones por venir, caminaré por sus vetustas y adoquinadas calles a contemplar su entorno  y, así embriagarme, contemplando la luna, con los recuerdos del ayer. 

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