El día de ayer estuvo matizado por esas pasiones tan indescriptibles que solo el fútbol puede producir en el espíritu. La más contundente de todas, volver a ver al equipo que se lleva en el alma, como lo es el Junior de esta tierra bañada por rio y mar, clasificarse a una nueva final del rentado Colombiano por la fatídica vía de los nueve pasos. Un plato servido de sobremesa en la fría capital, cuando de la misma forma dejo tirado sobre el gramado al Millonarios capitalino. Esa vez, como en esta también, el ángel guardián de esa conquista fue un Uruguayo de nombre Sebastián, que ya es más barranquillero que el mismo Paseo Bolívar. Esta nueva versión del Junior de Alexis, tan impredecible en su accionar, pues unas veces toca el cielo con su fútbol de magia, ordenado, con ideas venidas del banco y la inspiración, para caer inexplicablemente en la colcha de retazos más inexplicable también. De esa manera esta nueva legión de jugadores construyo las ideas de esta versión de manos de un líder con sangre barranquillera. Mantenerse en la cima de la Liga Colombiana, lo convierten en un invitado de honor con pergaminos y charreteras. Arriba Junior, vamos por esa otra estrella!!!!
Pero la espuma del sentir de este juego, así como sube, también se desvanece para caer en menos de lo que canta un gallo, en un vacío desconsolador. Unas horas después, el orgullo y la arrogancia arroparon a la comitiva Argentina que dirige José Peckérman, para que de manera irresponsable, en plena competencia del torneo más duro por estos lares, colocara en el campo de juego una nómina totalmente nueva, ajena por su misma edad a estos menesteres. Había admirado en el estratega argentino, esa capacidad de equilibrio para justificar sus actuaciones en el campo humano, quizás las razones principales de su triunfo con la amarilla. Sus pergaminos como alimentador de jóvenes le dieron con los años el diploma que ostenta como formador de talentos. Esa virtud era quizás el candado de su protección, porque sus ideas en el campo de juego no han tenido el sello de la regularidad. Su tiquete más preciado, que lo protegía contra la adversidad, lo tiro por la borda al caer presa de esa arrogancia que nubla las ideas, al subestimar de un tajo al equipo de Costa Rica. Duro golpe para los 11 debutantes y, más certero el mazazo para quienes creyeron que en este torneo se puede venir a experimentar. Esperemos que este termómetro arrogante y soberbio de la comitiva extranjera sea solo una fiebre pasajera. A la Copa América se viene a competir con los que tienen horas de vuelo. No más ensayos señor Peckerman, nuestra selección se respeta.

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