El día que su madre murió, su padre, como sucede casi siempre en esos instantes únicos de soledad, comenzó a evocar el pasado, sacando del baúl de los recuerdos, fotos y tarjetas de un tiempo ido que le parecía había sido apenas ayer. Carmela Romano, se había quedado dormida para siempre, sentada en la mesa del comedor de su casa. Así la encontró Alejandro Urueta, su esposo, aquel fatídico día. En una caja blanca, que parecía de jabones por el olor inconfundible de las rosas, encontró unas cartas dirigidas al niño Dios, y otros papeles con letras de niño principiante, que decían lo que deseaba ser cuando fuera grande.
Luis Felipe (Pipe) Urueta Romano, desde muy temprano supo lo que quería ser en la vida. Las cartas del niño Dios que su madre atesoró en ese cofre de cartón y que su padre desojó para curar la soledad, eran de Luis Felipe pidiéndole al niño del pesebre, un juego completo de béisbol con su respectivo uniforme. Todos los años, me dice Alejandro, la carta se repetía como una obsesión que lo marcaría para siempre. En la otra hoja amarilla por el tiempo, había un jugador de béisbol pintado con la imaginación de un niño de cinco años, y una nota al pie del singular dibujo que decía, “quiero ser beisbolista”. En esas tareas de los maestros por averiguar los deseos y anhelos de los pequeños, Luis Felipe pronosticaba una vez más lo que deseaba para él.
El día de su grado de bachiller en el colegio Británico Internacional de Barranquilla, mientras sus amigos le apuntaban a la vida a los cuatro puntos cardinales, Luis Felipe fue fichado por la franquicia Diamondbacks de Arizona. Su sueño se había cumplido. Pero el destino no le sonrió en esa nueva aventura por llegar a la gran carpa. Los números no lo acompañaron en un deporte comandado por las estadísticas. Sin embargo, en su sangre llevaba los genes de su padre, y el carácter luchador de su madre. Sino llegaba como jugador activo, lo tenía que hacer en algo que estuviese relacionado con lo que era su pasión. Hoy ocupa un importante cargo en la organización de Arizona.
En este béisbol nuestro que lucha por no apagarse, es el mánager de los Leones de Montería. Su estilo está salpicado con los ingredientes propios del espectáculo de las grandes ligas. El show saliendo de la cueva de los suspiros, para increpar cualquier decisión, a imagen y semejanza de los que mastican tabaco, lo colocan como protagonista de un deporte que lleva en el alma. Ya es finalista con un equipo que le tocó jugar sin sede propia, convirtiéndose en genio y figura que lo candidatiza desde ya, como el mánager de la temporada. Las cartas del niño Dios y los dibujos con trazos soñadores, son recuerdos de una etapa que lo marcó para siempre.

Fui compañero de trabajo de la familia Urueta Romano en el colegio británico y doy fe de la unión de esta gran familia, Dios la tenga en su santa Gloria y a pipe éxitos en su gran carrera de mánager con la selección.
ResponderBorrarFelicitaciones,por el gran papel en el Mundial.Para adelante.
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