Jeremías, el viejo zapatero del pueblo había perdido la alegría a causa de los desaciertos y desajustes de su amada selección Colombia. Ya no tenía la alegría de días pasados, cuando sentado en su taburete eterno, mientras cortaba con su afilada navaja el cuero de los zapatos que a diario arreglaba, no quitaba sus desgastados ojos del viejo aparato que pasaba las imágenes de sus ídolos de carne y hueso. Por las tardes cuando el sol descansaba para perderse a la distancia, Jeremías y sus amigos se sentaban con el propósito de amansar la soledad, a recordar los tiempos idos de aquella selección que jugaba con el elixir de los dioses y, a recordar las proezas de esos ídolos perdidos en el tiempo.
Filósofo por naturaleza, detrás de unos espejuelos redondos se escondían unos ojos tristes y cansados por los avatares de la vida. Sus manos aún fuertes y firmes, le han servido para arreglarle los zapatos a toda una generación de ese pueblo situado a la orilla del rio, cuyo destino está en manos de hombres pescadores, que al despuntar el día salen con su atarraya al hombro en busca del pan de cada día. Ese día que Colombia jugaba contra Ecuador, la cita estaba reseñada en la oficina de Jeremías, remoquete que adquirió por la sabiduría que arropa su especial entorno. Uno por uno fueron llegando, hombres trajinados que alimentan la esperanza con los recuerdos del ayer, viven del presente y, se les está prohibido soñar porque el futuro para ellos no existe. Es la tierra del olvido, esa que mastica su propia soledad. El único aliciente era ese puñado de gladiadores que jugaban por la gloria, esa que ellos soñaban y anhelaban, pues era el único bálsamo para aliviar las penas.
Jeremías con esa sabiduría que lo caracteriza, en las previas del juego había dicho que le preocupaba ese juego contra Ecuador, en esa altura de Quito, porque nuestra selección había perdido el ADN del ayer. Otros dijeron que un empate sería lo mejor, y otros más escépticos afirmaron que la derrota ya estaba anunciada. El viejo zapatero acostumbrado a mover las fichas en el tablero de ajedrez, lanzó otras de sus frases célebres cuando dijo: “la clave del juego está en la defensa” y remato diciendo: “los equipos con oficio la practican”. De la mano de la táctica, que es la inteligencia del fútbol, regresó la colectividad, único ingrediente que permite darle permiso a la magia de la individualidad. Al termino del vibrante juego, Jeremías y sus amigos curtidos por el sol volvieron a sonreír, el como siempre, sacándole frases a la soledad, atinó a decir…” volvimos a soñar”.

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