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| Selección Colombia en la era de Maturana |
Ataviado con los recuerdos del ayer, viviendo casi en la clandestinidad por razones de su nuevo oficio, que nada tiene que ver con lo que ha sido su pasión, Francisco Maturana, el gestor del fútbol con oficio, aquel que seducía, cuya partitura le dio un sentido de pertenencia para bautizarlo con pinceladas mágicas inolvidables, mantiene con este servidor un dialogo sincero y directo sobre el escenario desértico de este desconocido presente de nuestra selección. Respetuoso, pero con la verdad en la mano hemos desmenuzado los aciertos y altibajos de este grupo de excelentes jugadores al mando de la tropa argentina. Todas ellas, para no catalogarlo de “francotirador” como asegura con su parsimonia reconocida para hablar, las he guardado en el tintero, sencillamente, por respeto al que he considerado el mejor entrenador que ha tenido este país. Pero ahora que el castillo se desmorona ante la mirada impávida de muchos, le escribí, a mi modo, con mi estilo, sobre este presente aterrador, con el propósito de oír la voz del erudito, y su respuesta en la adversidad, fue esa misma que lo ha distinguido como el caballero del talante diferente en este país de víboras.
“Hola Pacho. La estampa amarilla de esa noble hinchada comienza a despertar de ese letargo a que ha sido sometida a expensas de la realidad inocultable de hoy. El espejismo se derrumba para mostrar la verdad que han querido ocultar. Los francotiradores ya no se cuentan con los dedos de la mano. Las voces del inconformismo se asoman clamando por las notas extraviadas del ayer. Esas tonadas que aún se escuchan ausentes de ese pasado escrito con letras doradas, perdidos en la aridez de este presente aterrador. Ni un asomo de la magia sustentada como partitura de aquellos días cuando el director de la orquesta eras tú. Duele más cuando este desolado instante lo quieren maquillar detrás de un micrófono de alta sintonía, mentiroso y embaucador. El silencio de la mancha amarilla en ese estadio que conoces bien, es una muestra palpable del inconformismo de un pueblo que ama el fútbol cuando este esta poseído de ese aroma inexplicable que brota del alma y el corazón. Lo de hoy se asemeja a una colcha de retazos. El espíritu del ayer sigue untado en la piel. Solo eso nos queda. Un abrazo.”
“Hola José. Un saludo, me siento como un huérfano, o un viudo privilegiado al sentir con tanta claridad y belleza literaria denuncias de este momento, y me emociono con ello, son unas aspirinas que no tienen el común para mitigar”.

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