sábado, 29 de octubre de 2016

Pambelé, el mejor de todos


El cinturón que lo acreditaba como el mejor welter del mundo no se sabe dónde termino en esos tiempos en que para el negro de ébano la noche no tenía fin. Dicen los entendidos en estas cosas que lo mismo sucedió con el anillo que le dieron para sembrarlo para siempre en ese hall famoso donde muy pocos llegan. El negro de palenque con esa rubrica de oro le estaban diciendo que era el mejor de todos en el ensogado de los welters. Pero eso poco o nada le interesaba, su vida estaba sumida en el laberinto de las ideas inconclusas, en los nubarrones que deja la mente cuando se alcanza la gloria y no estás preparado para soportar los estragos de la soledad cuando el delirio de la fama te arropa sin compasión y se esfuma sin darnos cuenta. Aquella vez, cuando el país se despertó con el goce de un campeón del mundo que nadie conocía, un negro de contextura de hierro, se había ganado en Panamá el fajón que le colocan a los boxeadores cuando son campeones en su categoría, ese conque alcanzó la gloria se la había perdido y, hoy cuando las canas y las arrugas no han pasado en vano, un grupo de empresarios y amigos le hacen una réplica de aquel fajón donde dejo pegada la piel y el corazón, para recordarle que él ha sido el más grande deportista que ha tenido este país, así el camino de la droga haya sido un infierno superado.

El himno de este país salpicado por los desafueros del narcotráfico, en esa época cuando los capos gobernaban, las notas melodiosas del símbolo de la patria en esas madrugadas eternas la figura del negro estacionado en la esquina del cuadrilátero, con la mirada perdida en los vericuetos de su propia imaginación, la piel brillante por el sudor y, el rostro enfurecido como los gladiadores de antaño, se convirtieron en un paliativo inexplicable que hacían estremecer el alma y, le arrancaban lágrimas al corazón para convertirse a merced de sus puños en lo único bueno por mostrar en esa época turbulenta. Les gano a todos allende el mar, por eso le enviaron el anillo que solo se lo dan a los que caminan por la excelencia, cuando la noticia le llego  le importó un bledo, él sabía que era el mejor, pregúntenle a los que le gano con su puño demoledor, Recostado en mi hamaca arrullado por el rumor del mar, recordé su estampa y el sonido de su demoledor impacto con su guante sagrado, era el golpe de gloria que lo arropó para colocarlo en el panteón de los inmortales.

martes, 25 de octubre de 2016

La Casa de Sierpe


En una velada en compañía de David Ernesto Peñas en la nostálgica Mompox, mi entrañable amigo que una vez quizás sin proponérselo se montó en el barco de la ausencia para alejarse físicamente de su terruño inolvidable, floto la idea de escribir en un formato novelesco la vida y obra del abuelo historiador Don Pedro Salzedo DEL Villar. Acababa de escribir un libro sobre cuentos al que mi amigo le había escrito el prólogo y, le parecía que era el momento de embarcarme en dicha tarea. La idea navegó por el mar de los sueños e ilusiones, hasta que llego a puerto seguro consolidándose como una novela con el sello de la editora Collage Editores y, el buen oficio de Álvaro Suescun. La Casa de la Sierpe fue el título que le coloque a la novela, pues fue en ese claustro espiritual donde se tejió la historia de quien es considerado el historiador insigne de ese terruño cargado de historia y de blasones. Pero voy a dejar esta vez que sean unos apartes del prólogo de la misma escrito por el historiador Oscar Arquez Van-Strhlen y, el relato al pie de la contraportada del libro reseñado por el periodista y escritor Andrés Salcedo, los que den algunas luces del contenido de esta zaga histórica escrita con el propósito de no olvidar quienes somos y de dónde venimos. 

“Esta es una novela histórica biográfica que recoge algunos aspectos esenciales del pasado colonial de una ciudad colonial, blasonada con las reliquias de la historia, que contribuyó de gran manera al desarrollo económico de nuestro país. Escrita por un acto de fe en esa ciudad que vive en los pensamientos, en la cotidianidad y en los relatos y columnas periodísticas de José Deyongh Salzedo, en un intento feliz para evitar que el olvido de adueñe de los reconocimientos a la hidalguía de nuestros ancestros, para conocernos más y mejor”.OAVS. 

En la contraportada del libro dice Andrés: 
“En multitud de escritos José ha hablado de Mompox, uno de los puertos fluviales más bellos de América, ciudad con ínfulas virreinales, traicionada por un río veleidoso, soberbia entre los casquetes de su propia ruina. Todos tenemos una ciudad que amamos, y en la que nos gustaría vivir el resto de nuestros días. Esa ciudad ideal- idealizada- no siempre es aquella donde nacemos. Una ciudad nos conquista porque nos atrae su música interior. O por la forma en que aman y miran sus mujeres, o por el aire cargado de frutas cuando atardece. En esta novela mi pariente Jose Deyonh Salzedo merece el reconocimiento de todos los que amamos y amaremos por siempre a Mompox”. 

Espero, David Ernesto, puedas acompañarme al lanzamiento de este otro sueño que un día nació en tu recinto, invitación que adelanto a todos mis amigos, esperando anunciar la fecha del reconocimiento, pues la velada se realizara en la emblemática Cueva.