El cinturón que lo acreditaba como el mejor welter del mundo no se sabe dónde termino en esos tiempos en que para el negro de ébano la noche no tenía fin. Dicen los entendidos en estas cosas que lo mismo sucedió con el anillo que le dieron para sembrarlo para siempre en ese hall famoso donde muy pocos llegan. El negro de palenque con esa rubrica de oro le estaban diciendo que era el mejor de todos en el ensogado de los welters. Pero eso poco o nada le interesaba, su vida estaba sumida en el laberinto de las ideas inconclusas, en los nubarrones que deja la mente cuando se alcanza la gloria y no estás preparado para soportar los estragos de la soledad cuando el delirio de la fama te arropa sin compasión y se esfuma sin darnos cuenta. Aquella vez, cuando el país se despertó con el goce de un campeón del mundo que nadie conocía, un negro de contextura de hierro, se había ganado en Panamá el fajón que le colocan a los boxeadores cuando son campeones en su categoría, ese conque alcanzó la gloria se la había perdido y, hoy cuando las canas y las arrugas no han pasado en vano, un grupo de empresarios y amigos le hacen una réplica de aquel fajón donde dejo pegada la piel y el corazón, para recordarle que él ha sido el más grande deportista que ha tenido este país, así el camino de la droga haya sido un infierno superado.
El himno de este país salpicado por los desafueros del narcotráfico, en esa época cuando los capos gobernaban, las notas melodiosas del símbolo de la patria en esas madrugadas eternas la figura del negro estacionado en la esquina del cuadrilátero, con la mirada perdida en los vericuetos de su propia imaginación, la piel brillante por el sudor y, el rostro enfurecido como los gladiadores de antaño, se convirtieron en un paliativo inexplicable que hacían estremecer el alma y, le arrancaban lágrimas al corazón para convertirse a merced de sus puños en lo único bueno por mostrar en esa época turbulenta. Les gano a todos allende el mar, por eso le enviaron el anillo que solo se lo dan a los que caminan por la excelencia, cuando la noticia le llego le importó un bledo, él sabía que era el mejor, pregúntenle a los que le gano con su puño demoledor, Recostado en mi hamaca arrullado por el rumor del mar, recordé su estampa y el sonido de su demoledor impacto con su guante sagrado, era el golpe de gloria que lo arropó para colocarlo en el panteón de los inmortales.

